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martes, 30 de octubre de 2012

POEMAS









Instante
Una turbulencia balancea
las barcazas. La luz pinta el aire
de amarillos y están cerradas
las viejas puertas. Nadie
en la pescara, ni las góndolas
lúgubres. En el puente de Canaregio
ni las de lujo ni el vaporetto,
sólo pequeñas barcazas
han pasado la noche entre los palos.
Allá al fondo, un hombre barre
la fondamenta de Ca laria. El resto,
nada.



Ahora que viene el tiempo de los pájaros
Ahora que viene el tiempo de los pájaros
y de los brotes en las ramas y la blancura
   del almendro,

ahora que salgo al aire por las tardes
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe
   el agua,

ahora que se agitan las polleras
   al murmullo de la brisa,

ahora que los niños conquistan el baldío
   y construyen refugios y saltan vallas,

ahora que en el barrio las mujeres se sientan
   a la sombra de los fresnos y toman mate
   y hablan,

yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia
   tu casa.



Lapataia/94
Caen sobre el camino los troncos
centenarios.Un zorro acecha.
Más allá los manchones
de las castoreras.
Somos nosotros los que vamos
bajo la lluvia, pero parece
que nadie fuera,
que nos hubiéramos hecho de aire
entre las lengas.




Pavese
Entre mujeres solas hemos hablado de él
uno de estos días de marzo,
y de la tarde en que mi padre lo vio
pasando la caserma. Dos perros
lo arrastraban y esa tristeza
que no ha vencido nadie. Il diavolo
sulle coline acecha. Es el 45 y la guerra
cansa . Están en Piazza Cavour
o en Superga. En Torino, no en Le Langhe.
Mi padre muerto parece que me dice
al oído "he pasado Stupinigi
hacia mi pueblo". El otro se llama Cesare
y escribe en plenitud acerca de esas cosas
pequeñas que nos suceden a todos
y de volver y no encontrar ya nada.
Mi padre es partisano, un partisano
de Ghío, y ha cumplido veintitrés. Antes
que cante el gallo me dará esas voces
que se oyen desde lejos, el eco
en la colina. Están cerca las tierras
fértiles, el cuerno de oro devastado,
y la ciudad que es gris, no tiene
cielo. Alguna vez dirá no escribo más,
el lápiz cruzado sobre el diario,
y acabará el oficio de vivir. No habrá
qué hacer en la ciudad vacía sino esperar
y esperarás que llegue. Por esta calle
hasta el hotel mañana, vendrá la muerte
y tendrá tus ojos.



Del latin recordis
El nos leía a Pascoli en la luz
de la mañana y hablaba de las tardes
aquellas del otoño, los perros oliendo
entre las setas, cuando iba con su padre
a buscar trufas. Ella sabía de memoria
la vida de él. El nombraba la guerra,
los años escapando, el abrazo
de Paolo y Etiopía. Ella escondía
bajo el plato las cartas que llegaban,
y les sabía los nombres a los primos
lejanos. A veces en las tardes
recientes del otoño, ella recuerda
a Pascoli y a un pueblo que no ha visto:
hay un niño con su padre y unos perros,
y hay un hombre que se larga por los techos,
y un amigo, y es otoño,
y es la guerra.
Para María Cleofé Boglio



Autorretrato ante el caballete


Esto es lo que queda
de un hombre que se muere:
un pincel y la mano agrietada
que sostiene el pardo, el rojo,
el amarillo... la mano que va,
que se desvela, desde el charco
de luz hacia la tela.


 Lenta la pincelada oscura,
el hijo del molinero
tantea con ojos ciegos
                       la espesura
hasta dar con la luz.


Este rostro ya estaba
debajo de la tela, estaba y carcomía
con su podredumbre el retrato del joven
con gorguera. Bajo las arrugas y los ojos
desteñidos están los ojos arrogantes
de otro tiempo, pero ni el otro ni éste
son grandes, a todos los ha herido
esta luz: ya nada es menos,
hasta lo más miserable
tiene su destello.


No es la pieza oscura donde pinta,
ni la pobreza que trajo la desnuda forma.
ni la luz que cae sobre la gorra,
ni el pelo desprolijo, ni la barba,
tampoco el cuerpo vencido,
ni el olor rancio del encierro.
Son los ojos que no encuentran
a Saskia, a Hendrickje, al bienamado Tito;
los ojos que se han vuelto
hacia un lugar de nada,
hacia el vacío.


Otros buscarán la nota pura,
la imagen que persiste, la tersura,
como buscan sus ojos en la tela

(es la mirada lo que abruma,
lo que desvela)


También yo persigo una palabra
oscura en los retratos de Saskia,
en la ternura de Hendrickje, en la viva
luz de Tito, y el aire de bondad,
la carnadura de un hombre
que se deshizo.